Mi pelusa es como es como esos
pensamientos negativos que se nos meten en la cabeza de forma intrusiva y
por más que luchas con ellos no se van. Estos pensamientos pueden
referirse a preocupaciones, errores del pasado que ya no podemos
cambiar, un fracaso que tuvimos, anticipaciones de todo lo que puede ir
mal en el futuro o dudas acerca de nuestra valía o autoconfianza. Parece
que en la cabeza hay un hombrecillo que nos dice “qué mal lo hiciste,
no deberías haber cometido ese fallo”, “¿cómo perdiste esa carrera?,
¡deberías haber sacado un mejor resultado!”, “¿y si no consigo mi meta?”
o “no valgo para nada”. Ante estos pensamientos, pruebas a pensar en
otra cosa, en buscar una forma más racional de ver la situación que te
preocupa o como todos decimos, ¡buscamos un pensamiento más positivo!
Pero no funciona.
Esta pelusa también se viste con el
traje de “el problema que no tiene solución o la solución no depende de
mí”. Hay circunstancias como la situación del club en el que jugamos, la
relación con los compañeros de equipo o con nuestra familia o amigos, u
otras que, bueno… no tienen solución por más que lo queramos. No nos
gustan, no son justas, no lo merecemos… pero son así.
Tanto con los pensamientos como con este
tipo de problemas, hay momentos en los que, después de haber intentado
todo lo que está en nuestra mano, debemos asumir que están ahí, como mi
pelusa. Centrándonos en los pensamientos: si por mucho que racionalice
la situación no consigo convencerme a mi mismo de que no pasa nada por
cometer un error; que sí, que falle una carrera facilísima; que no puedo
anticipar siempre calamidades, etc. lo único que nos queda es aceptar
que de vez en cuando ese pensamiento indeseable, va a surgir, y
vosotros, igual que yo con mi pelusa, tenemos que mirar al pensamiento a
la cara y simplemente decirle: “vale, estás ahí, dando una vueltecita
por mi cabeza, ¿no?” y seguimos a lo nuestro. Si pensamos en los
problemas, lo que sí podemos hacer es ocuparnos de aquello de lo que
realmente depende de nosotros. Por ejemplo, si es que tengo un problema
con alguien, puedo hablar asertivamente con esa persona, eso sí depende
de mí. Sin embargo, si aún así no quiere solucionarlo, pasa a ser una
situación incómoda, molesta, pero que ya no depende de mí y que tengo
que aceptar simplemente.
A veces la vida no es justa: ni por las
circunstancias que nos tocan vivir ni por tener una linda cabeza que a
veces decide ir a su aire; pero eso no nos puede dar el lujo ni la
excusa de sucumbir a ellos. Tenemos derecho a sentirnos bien, a pesar de
las circunstancias, y el deber de tomar la actitud necesaria para no
sucumbir a… nuestra pelusa.
Zoraida Rodríguez Vílchez
@ZoriPsicologa
Enlace original: http://zoraidarodriguezvilchez.es
imagen obtenida gracias futbolenpositivo.com
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